lunes, 6 de julio de 2009

Por una Vida Simple

La tierra provee a todos los seres que la habitan lo necesario para su sustento, por ello, entre todas las especies, los seres humanos tenemos una responsabilidad para con ella. Permanecer en la idea de posesión conduce al abuso y consecuentemente a la ruptura del equilibrio ecológico. Transgredir dicho equilibrio sólo nos traerá consecuencias fatales, tal como se viene pronosticando. Los seres humanos somos como los hermanos mayores de todas las demás criaturas de la Tierra, por lo que es nuestra responsabilidad protegerlas y tomar de ella lo que necesitamos. Si cada quien tomara lo necesario para su sustento, sería posible una relación apropiada entre el planeta y sus habitantes, pues existe lo suficiente para todos.

Si miramos en retrospectiva podremos identificar en qué punto de la historia nos desviamos. Los pueblos primitivos vivían en armonía con el planeta, sabían usar el agua, las plantas y los animales sin cometer abuso. Conocían del enorme poder del agua como del fuego, dos grandes elementos generadores de vida como de destrucción. Un poco de sentido común nos dice que lo básico para vivir es el agua, de ella dependen las plantas, y de éstas los animales y nosotros. Pero una vez aparecida la industria y la producción en serie, trajo consigo la ilusión de bienestar y el sentimiento de descontento en todo sentido. Un mínimo de criterio basta para afirmar que la industria no es más importante que la agricultura, tan sólo cultivando la tierra y criando animales bastaría para dar solución a la inútilmente compleja economía mundial. El equilibrio natural no es más que cultivar la tierra para producir granos, frutas y verduras para alimentarnos, así como criar ganado y aves para la producción de leche y huevos, y la obtención de todos sus derivados. La carne es para ser consumida ocasionalmente y no para industrializarla, puesto que más obtenemos de la leche y del excremento del ganado, que acabando con los animales.

La revolución industrial sólo ha traído consigo ilusiones e insatisfacciones. La industria sólo exprime la tierra y consume la energía del obrero bajo la ilusión de la posibilidad de una vida artificial de falsa de imagen, de posesión y de éxito. La industria mantiene la vida artificial de unos cuantos, y reproduce el hambre y la miseria de muchos, y bajo este orden equivocado se construye una civilización sofisticada compuesta de personas que trabajan sin ser beneficiarios directos de su trabajo, que venden su mano de obra sin recrearse en el proceso de su labor, que no le encuentran sentido al propio trabajo. O de quienes sienten que su trabajo tiene sentido porque sus ideas se ponen en práctica, sin caer en la cuenta que sólo alimentan dicho sistema. ¿Es vida pasar gran parte del tiempo metido en una mina? ¿O en una fábrica infernal? ¿O siendo parte de la maquinaria burocrática revisando papeles, haciendo informes o atendiendo detrás de una ventanilla?. El trabajo debe tener sentido para la propia vida, como también un sentido real y armónico con la vida de los demás. No es la idea trabajar para prevenir de los peligros del sistema.

Bien lo dice la sabiduría de la India antigua, la prosperidad humana florece por la generosidad de la Tierra y no por las gigantescas empresas industriales, y tienen razón. Cuanto más continuemos aumentando estas complejas industrias, que desgastan la energía vital del ser humano, tanto más habrá inquietud e insatisfacción en las personas en general, aunque apenas unas pocas puedan vivir lujosamente a costa de la explotación de otros. No pretendo incitar a una revolución contra las grandes industrias porque creo que la violencia no conduce a nada bueno, y el mal ya está hecho, pero es necesario darse cuenta que tal como está trazada nuestra sociedad, no estamos preparados para un colapso planetario, el sistema que por tantos años nos ha mantenido no servirá para las condiciones que un mega desastre ocasionaría. Hay que imaginar qué pasaría si nos quedamos sin un sistema de transportes, si el petróleo no llega a las refinerías, si los sistemas esenciales de agua, desagüe, electricidad colapsan, si los víveres están por acabarse. Entonces vendrán otros que serán capaces de matar por comida, habrán hordas de gente en las calles, hambrientas buscando alimento, las tiendas serán saqueadas, la gente huirá hacia el campo en donde encontrará a campesinos preparados para matar por defender sus bienes, la gente se matará entre ella, el fin podría ser el comienzo de un verdadero infierno. Somos demasiada gente y casi nadie cuenta con un pedazo de tierra para cultivar. La idea es que la industria trabaje para la agricultura, y no al revés.

Somos responsables de lo que está ocurriendo y de lo que sobrevendrá, probablemente unos más que otros, pero el hecho es que conformamos la raza humana y queramos o no, a todos nos compete reflexionar y hacer algo al respecto.


Sobre el libro: Vida simple, pensamiento elevado, de A.C. Bhaktivedanta Swami Prabhupada

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