Estaba en el zaguán de una antigua casona en Cutervo, domicilio de la señora Esperanza, el patio tenía un jardín al centro y en él habían algunos árboles frutales, de pocas hojas, y sobre ellos orquídeas. Era cerca del mediodía, por lo que el sol caía pleno sobre el jardín y las orquis expuestas al sol abrazador, se mantenían bien verdes y erguidas, algunas incluso con hijuelos en los extremos de lo que en algún momento fueron sus varas florales.
Había llegado hasta allí debido al censo educativo para el cual era monitora en aquella lejana zona cajamarquina, sierra norte del Perú sobre los tres mil metros de altura, lejana no tanto por la distancia a la capital, sino y sobretodo por la ausencia de carreteras decentes para tan hermoso y fértil pueblo . La vieja casona era nuestra sede de trabajo, afortunadamente para mí , que cuando vi las plantas inmediatamente pensé en llevármelas para Lima, si es que doña Esperanza tuviera la amabilidad de cederme algo de su pródiga colección. Y así fue, me dijo que tomara todas las que quisiera, me hice de una tijera, corté un hijuelo de la especie más pequeña y desprendí un bulbo de la más grande. No más, vaya a ser que no se adaptaran en Lima. Cuando me disponía a irme doña Esperanza puso generosamente otras tantas en mis manos .
Ya en Lima, unas más, otras menos, tuvieron una rápida adaptación, después de un largo año pude ver florecer a una de ellas, se llama Oncidium cajamarcae, como bien la identificó mi buena amiga Elma. Al igual que en su tierra de origen y a diferencia de la mayoría de orquídeas a quienes les afecta el sol del mediodía, éstas necesitan de sol directo para florear. Lo hace en racimos, dos veces por año, sus pétalos y sépalos son amarillos con pintas marrones y sirven de marco para la dama dorada, quien viste de amarillo intenso, un labelo de falda y un sencillo tocado en el extremo de la columna y que más bien parece la corona de una princesa venida de otro tiempo. En la misma columna, hacia abajo puede distinguirse unas formas que parecen ser brazos sosteniendo un ramillete de flores blancas.
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