Sueño con serpientes, pero no como las que Silvio describe en su canción, sino con unas muy misteriosas y buena onda. Vinieron con la Ayahuasca, planta maestra de la selva amazónica de infinita sabiduría, conocida desde hace 5000 años atrás por maestros y curanderos ...
Desde setiembre del 2004 hasta diciembre del 2005 tuve diez sesiones de ayahuasca, tanto en Tarapoto como en Lima, en su mayoría llevadas a cabo por el chamán Herbert Quinteros, pero también con Víctor Nieto (Lima) y Alberto Ferrari (Pucallpa). De las diez sesiones, siete fueron muy reveladoras, difícil de poder relatar con palabras todo lo vivido, sin embargo siento que volví al cielo, que era una bebé de tres años -ahora tengo seis-, que la luz siempre estuvo y no la veía, que soy inmensamente amada, que lo más importante son las relaciones con los demás, que el dolor y el sufrimiento nos ayuda a ser mejores, que todos somos hermanos y como tal nos ayudamos mutuamente...
Así me pasó, estas fueron las sensaciones que experimenté, según recuerdo:
- Primera Sesión: Me atraviesa una luz blanca muy intensa la cual me inunda de un sentimiento profundo de ser amada. Soy consciente de mi propia pequeñez ante tremenda grandiosidad. Lloro de vergüenza.
- Segunda Sesión: Hartas serpientes de colores vivos, muy juntas, unas suben, otras bajan, me producen inmensa paz y bienestar. Me siento en contacto con la tierra, respiro su humedad, me acoge, me vuelvo bebé, siento el olor a leche, soy acunada, acogida.
- Tercera Sesión: Veo el inmenso cuerpo de una serpiente en el mismo centro de la sesión, atraviesa verticalmente la casa. La cola debe estar bajo la tierra, la cabeza, sobre el techo y hacia el cielo. Todo comienza a volverse serpientes a mi alrededor y yo misma. Mis manos, mi piel, mi vientre son serpientes. Estoy en el palacio de las serpientes, estoy tan asombrada que no puedo dejar de mirarlas y, en vez de recorrer el palacio me quedo mirándolas fascinada.
- Cuarta Sesión: Bellas serpientes color violeta se deslizan armónicamente, ingresan a mi nariz (y desde esa vez no se me tapa por las noches). Soy raiz, soy planta que brota de la tierra y crece, se mueve como una serpiente planta. Siento que me jalan hacia arriba, me conducen suavemente pero con determinación hacia otro plano de existencia. Allí, unos seres de luz me soplan tabaco y me limpian. Todo es muy pulcro. Cierro los ojos porque no puedo creer lo que me sucede, siento que vuelvo al lugar verdadero, aquél de donde procedemos, y me cuesta creer lo fácil que se nos olvida. Me siento privilegiada y muy dichosa. Luego soy bajada a la tierra, soy consciente para qué estamos aquí y no me gusta nadita. Es más, una voz femenina, como venida de muy lejos, pero clara y dulce me interroga varias veces mientras me van bajando "¿Estás preparada?", como si supiera mi respuesta, y siento que ya estoy preparada, aunque tal vez no, veo lo que me espera y no quiero. Otra vez estoy en la sesión y vuelvo a sentirme desamparada, tengo miedo, la luz se va desvaneciendo, lloro más, tengo frío, pero la luz se intensifica como acompañándome. El chamán me dice que sea fuerte y entonces vuelvo a sonreir, aunque no me gusta nada este plano terrenal. Cuando he recuperado la tranquilidad unas voces me invitan hacia una oscuridad a la que no cedo.
- Quinta Sesión: La planta jala unas raices muy fuertemente arraigadas en mi vientre, siento que tiran de mí a través de ellas, de ese modo me limpia con mucha más fuerza que otras veces. Luego me siento tierra y planta serpiente que crece. Siento el olor a tierra y el frescor de la selva húmeda y oscura (a pesar que la sesión no fué en la selva). Estoy en una cabaña en medio del monte, una señora nativa prepara algo para mí o conmigo, no lo sé. Hay un niño o niña ahí también. Siento paz.
- Sexta Sesión: La maloka se ilumina y veo otras cosas más. Hay otros maestros que también están curando a mucho más pacientes de los que había. Hay algo así como personas en diferentes niveles, unas como bultos negros, tal vez meditando en un espacio grande, en otro espacio más retirado veo a mi amiga, como una maestra o hermana mayor, meditando también. Hay serpientes color violeta por todos lados suspendidas en la atmósfera de la maloka, ellas me han conducido, me miran, están conmigo. Soy una aprendiz, como que tuviera cuatro años, al lado de un maestro ayahuasquero, vestido con ropas shipibas, muy viejo, curando a los demás y yo observando cómo lo hace. Las serpientes, no puedo dejar de mirarlas, son bellas, me fascinan, siento como si no debiera perder la atención del maestro, pero me cuesta. Las mismas serpientes me sacan de la sesión de manera muy suave y me invitan a ingresar a un lado oscuro, pero me niego.
- Séptima Sesión. De noche, en la selva, frente a mí un arbol frondoso, pero todo es muy ocuro y no puedo ver más. Una guía me conduce y me muestra unas plantas, iluminándose ese sector del bosque, pero enseguida vuelve la oscuridad. Siento curiosidad pero la mareación ya terminó y no tengo más visiones. Es la primera vez que no vomito.
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